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El hábitat

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La configuración y la distribución de los poblados aborígenes en el territorio insular ponen de manifiesto un complejo patrón de ocupación por parte de los antiguos canarios. En la caracterización de tal modelo intervienen, por un lado, las propias condiciones biogeográficas de la isla –ilustradas en el mapa situado en el centro de la sala- pero también tienen un papel destacado otras variables como las estrategias económicas desplegadas por esta población, su estructura sociopolítica, sus medios tecnológicos, etc.

Así se identifican asentamientos integrados por un elevado número de unidades, que sugieren haber soportado una importante carga poblacional, desempeñando algunos de ellos un destacado papel sociopolítico en el marco insular. Tal sería el caso de núcleos como El Agujero (Gáldar), Arguineguín (Mogán), los Caserones (La Aldea de San Nicolás) o Cendro y Tara ( Telde) y de los cuales en la sala se exhiben imágenes y materiales arqueológicos. Muchos de ellos se encuentran ubicados en zonas de vegas de barranco, áreas especialmente propicias para la producción agrícola, una selección en cuanto a la localización que no resulta extraña si consideramos el importante papel que la agricultura tuvo en la sociedad de los antiguos canarios. Junto a estos grandes núcleos se constatan otras entidades de población de más reducidas dimensiones, que probablemente tuvieran una relación de dependencia con esos otros centros de mayor envergadura.
En cuanto al aspecto físico de las viviendas, dos son las modalidades identificadas: estructuras de piedra y cuevas, pudiendose observar en la sala las características de cada una de ellas mediante dos maquetas.

– La ubicada en el centro representa una casa construida mediante la superposición de piedras sin uso de mortero (piedra seca). Con este procedimiento se levantaba un doble muro cuyo espacio intermedio se rellenaba con piedras menudas. Su planta interior se configura a partir de una estancia central a la que se adosan otras laterales, originando una morfología cruciforme. Estaban cubiertas por una techumbre de vigas de madera sobre las que se disponían lajas y tierra apisonada.

– La segunda maqueta recrea un poblado troglodita. Este tipo de asentamiento estaba conformado en unos casos por cuevas naturales y, más a menudo, por cuevas naturales modificadas artificialmente y cuevas enteramente artificiales, esto es, excavadas manualmente en áreas de toba u otras materias pétreas blandas. Las plantas presentan un esquema similar al descrito para las casas de piedra: una estancia central a la que se abren otras laterales. En estos poblados, al igual que sucede con los constituidos por estructuras de superficie, se observa una clara ordenación y estructuración de los espacios.

Las construcciones de piedra y las cuevas que integraban los asentamientos no estaban exclusivamente destinadas a usos habitacionales. Algunos de esos espacios estuvieron vinculados a actividades culinarias, al almacenamiento, a la recogida de la cabaña ganadera, a las prácticas políticas…, y en las inmediaciones se ubicaron los recintos sepulcrales. En definitiva, todo apunta a que estos poblados se levantaron para acoger a diferentes generaciones y, por tanto, para ser ocupados a lo largo de un dilatado espacio temporal.